Reconozco que mi tema del día de hoy ha rozado la excentricidad propia de una niña mayor que descubre que el animal idolatrado en su niñez no era más que un símbolo diplomático.
Llegaba yo a través de un tuit a The Guardian y éste me recibía con una foto de un oso panda y una cuestión: “¿Volverá David Cameron a casa con un panda en el avión?” Y ya. Ya tenía en mente esa canción que mi hermana me cantó hasta la saciedad y que tanto ha transmitido mi miniyo buscando complicidad de mis coetáneos, normalmente, con escaso éxito.
– http://www.dailymotion.com/video/x8s7ex_enrique-y-ana-el-oso-panda_music –
Supongo que la negativa se debe a los 10 años de diferencia entre hermanas, y que en mi época que un señor como Enrique y una jovencita como Ana formasen dúo, hubiera alterado, como mínimo, el panorama televisivofestivo.
Al oso. Resulta que el término ‘Panda diplomacy’ es un concepto bastante popular cuando se habla de la política exterior china. Y yo, por muy cercana que me sienta al país por compartir rasgos, no tenía ni idea. La tradición de enviar o entregar este animal a los mandatarios de otros países se remonta a los años 600-700, cuando con la dinastía Tang en el poder, los emperadores japoneses recibían chulines como presente de sus vecinos.
La tradición se retomó a mediados del siglo XX y cuenta la hemeroteca que Nixon, en señal de agradecimiento, envió a China unos bueyes como respuesta. En España, según cantaban Enrique y Ana, los Reyes “cuando regresaron trajeron un regalo, un osito panda con cara de marfil”.
Menos mal que lo que tenía Chulín de marfil era la cara, porque a día de hoy sabemos que en Botsuana también hay marfil, que en el Zoo de Madrid ya no queda hueco, y que la Marca España nos ha dejado de importar.
(Un saludo a mi compañera de piso, que ha escuchado la canción durante la elaboración del post, ya la tararea sin querer y quiere un poco más a Chulín)
“oso panda, oso panda…!”
Me gustaMe gusta