Café en la orilla de la Castellana y sin faltar ni un día. La reactivación no es fácil.
Cada vez capan más portales donde ver series, más capítulos de las que me gustan (que no son pocas), y mi servidor favorito, Streamcloud, donde en diez segundos de espera puedes entender por qué Leticia Sabater desea de nuevo estar en posesión de su virginidad. Debido a una consecución fallida de intentar ver capítulos de Episodes (mi nuevo descubrimiento), el otro día le di play de nuevo a un capítulo aleatorio de Sexo en Nueva York, serie que toda tía debería ver alguna vez y posicionarse en uno de los roles. No desvelaré el mío pero haré hincapié en tres factores por los que es imposible que no odie a Carrie Bradshaw.
Número 1. Trabajar espatarrada en tu casa con un Mac entre las piernas, salir todas las noches y tener dinero para pagarte unos Manolos. Si la serie siguiese hoy día en emisión, la sociedad freelance, cada vez más numerosa, se echaría a las puertas del apartamento de la columnista; ellos, haciendo malabares con sus caracteres malpagados y teniendo que acoquinar ante hacienda cifras muy por encima del resto de Europa. Impensable, y eso que el brendaval paralelo embargado daría juego, demasiado para un padre suscrito (¡Hola, Fer!).
Número 2. Mr. Big, ese es el hombre del que todas las chicas debemos huir y en cambio bailoteamos con él en un bucle inútil, infinito y, a veces, doloroso. Como definición para los que nunca han visto la serie: dícese de ese ex que lo es por un motivo evidente, ese “hijoputa adorable” (término prestado por mi amiga Marta) que tu entorno odia y que no sabes por qué aún te saca una sonrisa con cualquier comentario ingenioso. Se casará con Natacha, se divorciará, y la noche menos pensada dirá un “nena” que te erizará la piel; y mientras, el Aidan de turno con las manos atadas y queriendo jugar sus mejores cartas, no entenderá que a la mano de John (¡spoiler!) hay que sumarle lo que hay debajo del tapete. Me quedo con la filosofía de Bucay, pese a todo. Maldito tapete.
Número 3. Esas pintas y ese moño. Odio a la gente que come y no engorda por encima de todas las cosas, pero después, odio a aquellas que salen a la calle con moño de estar por casa y parecen sacadas de un ranking de estilismo casual y moderno. El caso es que yo de puertas para dentro soy una verdadera Llongueras, pero es vestirme para salir de casa, muy cuidadosa protegiendo EL MOÑO, y éste va alcanzando minuto tras minuto estatus de pordiosero, viéndose obligado a pedir el cambio por la coleta-colibrí de turno.
Lo dicho, elijan rol, pero aprendan a no escribir palabras de más,
y a poner puntos finales antes de la película.
Yo también odio a Carrie Bradshaw, he dicho.
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Muy bueno Bren,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,acoquinar que es pagar o gastar ( No apoquinar )
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Eres el mejor:)
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Samantha rules 🙂
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Yo también odio a Carrie, nunca entendí porqué la serie giraba en torno a ella…
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