Café con canela, la especialidad del único lugar en 1 kilómetro a la redonda que me alimenta de cafeína en Pozuelo, la ciudad con más renta per cápita y en la que más esperarás en los pasos de cebra a que un coche pare.
La forma más brusca de volver a la realidad postverano y postferias es con unas elecciones y la pesada actualidad. Lo somos, hemos sido un coñazo con las elecciones autonómicas teñidas de referéndum, para que al final tanto Mas se diluya, porque en realidad no había tanto Mas. Aunque para lectura de datos los de a posteri: votos y escaños, escaños y votos.
Entre medias casi pasa inadvertido el agua de Marte, el anuncio de la llegada de Netflix a España, dos detenciones de ETA (se hacía raro leer ETA en Twitter) y las declaraciones de la RAE de lo bien que hablamos los alcarreños y los no alcarreños de Guadalajara. Y tirándome una pedrada en mis diminutos ojos: muy mal lo tenéis que estar haciendo por el resto del país para que nos perdonen ese laísmo, sólo corregible cuando tienes una amiga andaluza año tras año dándote la matraca.
En el último aliento de toda campaña hay un momento de tregua, el día de reflexión, que esta vez dedicamos a (re)coquetear con el verano, fuimos al último festival, a desgañitarnos cantando el “no hay perdón” de Sidonie. Y cuando parecía que la canción del verano tenía el tono gallego de Xoel, llovió en Azuqueca y la noche abrió como no lo hacía desde primavera.
Octubre, otoño,
zapatos (y zapatillas) rojos,
una mesa calzada,
y seguir el escrutinio acompañada,
de la superluna.
“kilos de mierda” se llevó la lluvia el sábado mientras esperábamos y cruzábamos con fuerza los dedos para que no cancelasen el concierto de Izal …
El otoño es genial… a ser feliz 😉
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