“¿Corremos la Sansil de la mano?”. Mi cuarta San Silvestre empieza aquí, arrancó ayer, con esta proposición por parte de una de mis ‘en lo bueno y en lo malo’. Mi reflexión cafetera de esta mañana es que con estas cosas, como con las religiones, no tienes que ceder al oportunismo, véase: correr un año de mierda para dar por finiquitadas tantas cosas y olvidarte en uno de los mejores años que recuerdas de esa satisfacción que te reportó. Ir a misa sólo para pedir sería el símil eclesiástico.
Mi año adolescente se va a cerrar en Vallecas, clausurando 2015 “raros”, regalando zancadas que un día fueron azulonas.
Y si somos teenagers, ¿qué?
Y si quieres reír a carcajadas a última hora en el periódico porque no das para más, que no se asuste nadie.
Y si una rave es la mejor forma de terminar una noche de verano, te quedas.
¿Y si nos bebemos los prejuicios?
Y sí, reconozco que me dejaste flipando el día que yo pretendía hacerlo con una botella de Mateus.
Y si el 24 horas fue el único medio que estuvo a la altura el viernes noche, se dice.
¿Y si pospongo la alarma 500 veces más?
Y sí, emociona ver la felicidad por duplicado de la Súper y David.
¿Y si Madrid volviese a ser París?
Y si esta semana he googleado Juan Gris, no me importa reconocerlo.
¿Y si me atrevo a patinar sobre hielo años después para probar si es verdad que esta rodilla está tan bien curada?
Y sí, nos dejamos de tonterías y en el año P sólo pensamos en princesas y en premios.
Y si nos comemos a besos cada vez que gesticule, no paramos nunca.
Y si corremos la SanSil de la mano, nada puede salirte mal en 2016.