Café pospuente, antes de poner un pie en la calle, porque el día me debe 30 horas hábiles hoy.
Aprecio a la gente que me reconoce que no sabe cómo puedo jugar bien al voleibol.
La descoordinación que invade mi vida, desde un -sobre el papel- sencillo baile, hasta permanecer de pie (- ¿Se puede ser descoordinada estando de pie? – Sí, se puede), hace impensable que se me dé bien un deporte tan técnico como el voleibol. Sigue leyendo